desde aquí todo se ve diferente.
Veo sus torres, sus barrios viejos,
su memoria de años pasados.
Veo pinares, calles, plazas, parques,
sueños por descubrir que van naciendo poco a poco.
Oigo de lejos el cierzo,
como quien escucha pasar su vida por delante,
sujetando todo lo que pueda llevarse.
Siempre sin permiso.
Cruzo cualquiera de sus puentes,
debajo, el Ebro, me mira silencioso,
como si vigilara sus orillas, sus playas.
Veo el Pilar, La Seo, La Magdalena,
el casco viejo con sus recuerdos,
con sus historias escondidas.
Es mi ciudad un compendio de culturas, de gentes,
de miradas, que pasan desapercibidas,
es la ciudad de la que nunca me iría.
Es Zaragoza.
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