Era este el momento que toda la vida soñé, el instante de ser algo para tí mas que un juguete.
Ese momento mágico de regalar nuestro amor a todo el mundo, de entregarnos el uno al otro de forma mutua.
Hoy el día está cerca, o al menos eso pensaba. Yo tenía un vestido, dos testigos, una iglesia, un viaje, un hombre al que amaba, una lista de invitados... lo tenía casi todo.
Todo estaba dispuesto, pero com en las grandes historias, siempre hay alguien dispuesto a tener la palabra, siempre en el momento inadecuado.
Nuestro sueño, o al menos el mio, ese que quisimos un día construir los dos, lo rompieron en pedazos, la impaciencia, el egoismo, la edad, la salud, el mundo...
El vestido, blanco y rojo, quedó hecho jirones, las ilusiones se quemaron en una hoguera que nunca dejará de arder.
Lo quise así porque sabía que ardería, bien de pasión en una noche de bodas, bien en el fondo de algún armario.
Hoy, del sueño de casarme en unos días, con el hombre al que amaba, ya no queda más que un amargo recuerdo,
Nunca oiré de tus labios la promesa de un amor infinito, porque ya no habrá otra vez, porque este corazón está ocupado.
Nunca sabrás lo que has perdido, lo que otros han encontrado en mí, y que con vestido o sin él, sigue formando parte de esta mujer que ama y siente.
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