Amanece, la gente llena las calles,
marcha a trabajar,
a empezar un nuevo día,
de estación en estación,
de calle en calle.
Suena un estruendo, dos, tres,
se para el mundo.
El amanecer se vuelve
rojo de sangre,
negro de muerte,
fin de una vida, de dos, de cien,
de casi doscientas.
Lloros, miedo, carreras,
teléfonos que suenan sin respuesta
Era 11 de marzo, era Madrid,
era una pesadilla,
años después
nadie sabe quien acabó
con tantos sueños.
Unos imbéciles locos, con una complicada manera de entender la religión
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